domingo, 29 de agosto de 2010

Despedida

En una tarde con un calor que no termina de irse como la de hoy me topé con la triste noticia de la muerte de un ser muy querido para mi, mi tía Vitorina.

Durante los quince años que viví en Marbella la única familia que conocí fueron mi abuelo y mi abuela, mi padre y mi madre, y los escasos recuerdos que tenía de las hermanas de mi padre, pero eso me pilló con apenas seis años.

Mi querido abuelo que en paz descanse decidió postponer un año su jubilación en espera de que yo terminase 8º de EGB para irme con ellos a mi actual residencia en Málaga, y ese año, ya sin compromisos laborales, decidió volver a Trefacio de Sanabria donde allí estaban dos de sus hermanas, Josefa y Vitorina y el resto de su familia de Zamora.

Decir que quedé prendado de ese lugar es tan tópico como cierto, pero conocer a mi tía fue una de las mejores experiencias de mi vida. Era una gran mujer muy cariñosa pero nada exenta de coraje de sacar adelante a sus hijos, sobrinos y nietos y estar día y noche cuidando de su hermana Josefa, que en paz descanse también pues hace unos pocos años que también murió, la cual estaba postrada en la cama por culpa de una trombosis.

Mi abuelo era una persona poco dada a esteriorizar sus sentimientos más allá de enfados cuando las cosas no funcionaban, pero en esos quince años solo le vi llorar dos veces, la primera fue cuando se confirmó que terminaba la EGB y podíamos venirnos a vivir definitivamente a Málaga, y la segunda cuando se reencontró con su hermana. Ambas fueron ese mismo año, casí diría que en el mismo mes, pero esas lágrimas me hicieron saber con absoluta certeza que me encontraba ante alguien excepcional pues tenía claro que la ternura no la ofrecía a cualquiera.

Así tuve ocasión de conocer a mi tía, de contarle mil cosas de nuestra estancia en Marbella, montones de anécdotas de entonces, y ella tampoco paraba de contarnos anécdotas de cuando los cuatro hermanos eran jóvenes (María vivía en Sevilla y había pocas noticias de ella) que me permitieron conocer facetas que desconocía de mi abuelo, y dado el carácter de mi tía que en muchas ocasiones tuvo que cuidarles a todos ello me explicó muchas cosas.

Fui a Trefacio dos años seguidos, pero poco después la salud de mi abuelo fue haciéndose más frágil lo cual le impedía hacer viajes largos, y tras su muerte tampoco teníamos medios para ello, ni tampoco salud mi abuela, pero conservamos contacto telefónico y postal, y siempre tuve la inquietud de volver, ni mucho menos la inquietud que tenía con reencontrarme con mi padre, pues no sabía qué me encontraría en ese caso...pero volver a Trefacio si ofrecía seguridad de saber con que encontrarte. Porque a día de hoy lo mejor de mis raíces lo tengo aquí en casa, que es mi abuela, y también en Trefacio.

Y anteayer mi tía nos dejó, y curiosamente esa noche estuve hablando con Finduriel, aparte de la victoria del Atleti, de lo que me hubiese gustado ir a la mereth Artúrica, que fue precisamente allí...y apenas tengo nada aparte de este lugar y de mi escasa retórica para hacerle el homenaje que merece.

Adiós tía Vitorina, ignoro si habrá más allá y de qué forma será, pero con que no tenga sufrimiento ya será mejor que esto. Y si desde allí nos ves quiero sepas que en lo concerniente a mi dejas mucho más que buenos recuerdos.

2 comentarios:

Alberto Zeal dijo...

Mi más sentido pésame, amigo mío. Y créeme cuando te digo que tu "escasa retórica" es lo suficientemente hermosa como para honrar la memoria de tu tía, quien a buen seguro se merecía un gesto como éste. Un fuerte abrazo.

Selerkála dijo...

Bonitas palabras, Welito.
Un fuerte fueeerte abrazo.