viernes, 23 de abril de 2010

Por San Jorge te regalo...

Bueno, casi iba a imitar la entrada de Alberto, pero dado que o no he leido libros suficientes como para asociarlos con todas las personas a las que quiero incluir aquí, creo que me resultará más fácil dedicar el fragmento de alguno a cada persona.
Y como da la casualidad de que a todos en mayor o menor medida nos gusta Tolkien, pues veo interesante asociaros con algún pasaje de El Señor de los Anillos, El Hobbit o el Silmarillion. No se si acertaré o no, pero como poco, es lo que cada uno me inspira :)

Para Alberto


Hablaron de muchas cosas, viejas y nuevas y Frodo interrogó repetidamente a Gildor acerca de lo que ocurría en el ancho mundo, fuera de la Comarca. Las noticias eran en su mayoría tristes y ominosas: las tinieblas crecientes, las guerras de los hombres y la huida de los elfos. Al fin Frodo hizo la pregunta que más le tocaba el corazón:
-Dime, Gildor, ¿has visto a Bilbo después que se fue?
Gildor sonrió. -Sí -dijo-, dos veces. Se despidió de nosotros en este mismo sitio. Pero lo vi otra vez, lejos de aquí.
Gildor no quiso decir nada más acerca de Bilbo, y Frodo calló.
-No preguntas ni dices mucho de lo que a ti concierne, Frodo -dijo Gildor-. Pero sé ya un poco y puedo leer más en tu cara y en el pensamiento que dicta tus preguntas. Dejas la Comarca y todavía no sabes si encontrarás lo que buscas, si cumplirás tu cometido, o si un día volverás. ¿No es así?
-Así es -dijo Frodo-; pero pensaba que mi partida era un secreto que sólo Gandalf y mi fiel Sam conocían. -Miró a Sam que roncaba apaciblemente.
-En lo que toca a nosotros, el secreto no llegará al enemigo -dijo Gildor.
-¿El enemigo? -dijo Frodo-. ¿Entonces sabes por qué dejo la Comarca?
-No sé por qué te persigue el enemigo -respondió Gildor-, pero veo que es así... aunque me parezca muy extraño. Y te prevengo que el peligro está ahora delante y detrás de ti, y a cada lado.
-¿Te refieres a los Jinetes? Temí que fueran sirvientes del enemigo. ¿Quiénes son los Jinetes Negros?
-¿Gandalf no te ha dicho nada?
-Nada sobre tales criaturas.
-Entonces creo que no soy quien deba decirte más, pues el temor podría impedir tu viaje. Porque creo que has partido justo a tiempo, si todavía hay tiempo. Ahora tienes que apresurarte, no demorarte ni volver atrás, pues ya no hay protección para ti en la Comarca.


Para Arwen, porque el arte de Bilbo aquí me recuerda mucho a ti :)

Frodo los esperaba en la escalera, sonriendo, aunque con aire fatigado y preocupado. Saludó a todos, pero no les pudo dar más explicaciones que en la víspera. Respondía a todas las preguntas del mismo modo:
-El señor Bilbo Bolsón se ha ido; creo que para siempre.
Invitó a algunos de los visitantes a entrar en la casa, pues Bilbo había dejado «mensajes» para ellos.
Dentro del vestíbulo había apilada una gran cantidad de paquetes, bultos y mueblecitos. Cada uno de ellos tenía una etiqueta. Había varias de este tipo:
Para Adelardo Tuk, de veras para él, estaba escrito sobre una sombrilla. Adelardo se había llevado muchos paquetes sin etiqueta.
Para Dora Bolsón, en recuerdo de una larga correspondencia, con el cariño de Bilbo, en una gran canasta de papeles. Dora era la hermana de Drogo y la sobreviviente más anciana, emparentado con Bilbo y Frodo; tenía noventa y nueve años y había escrito resmas de buenos consejos durante más de medio siglo.
Para Milo Madriguera, deseando que le sea útil, de B. B., en una pluma de oro y una botella de tinta. Milo nunca contestaba las cartas.
Para uso de Angélica, del tío Bilbo, en un espejo convexo y redondo. Era una joven Bolsón que evidentemente se creía bonita.
Para la colección de Hugo Ciñatiesa, de un contribuyente, en una biblioteca (vacía). Hugo solía pedir libros prestados y la mayoría de las veces no los devolvía.
Para Lobelia Sacovilla-Bolsón, como regalo, en una caja de cucharas de plata. Bilbo creía que Lobelia se había apoderado de una buena cantidad de las cucharas de Bilbo mientras él estaba ausente, en el viaje anterior. Lobelia lo sabía muy bien. Entendió en seguida la ironía, pero aceptó las cucharas.



Para Bardo, por motivos obvios ;)

Ahora Bardo tiraba con un gran arco de tejo, hasta que sólo le quedó una flecha. Las llamas se le acercaban. Los compañeros lo abandonaban. Preparó el arco por última vez.
De repente, de la oscuridad, algo revoloteó hasta su hombro. Bardo se sobresaltó, pero era sólo un viejo zorzal. Se le posó impertérrito junto a la oreja y le comunicó las nuevas. Maravillado, Bardo se dio cuenta de que entendía la lengua del zorzal, pues era de la raza de Valle.
¡Espera! ¡Espera! le dijo el pájaro. La luna está asomando.
¡Busca el hueco del pecho izquierdo cuando vuele, y si vuela por encima de ti! Y mientras Bardo se detenía asombrado, le habló de lo que ocurría en la Montaña y de lo que había oído.
Entonces Bardo llevó la cuerda del arco hasta la oreja. El dragón regresaba volando en círculos bajos, y mientras iba acercándose, la luna se elevó sobre la orilla este y le plateó las grandes alas.
¡Flecha! dijo el arquero. ¡Flecha negra! Te he reservado hasta el final. Nunca me fallaste y siempre te recobré. Te recibí de mi padre y él de otros hace tiempo. Si alguna vez saliste de la fragua del verdadero Rey bajo la Montaña, ¡ve y vuela bien ahora!
El dragón descendió de nuevo, más bajo que nunca, y cuando volvió y se precipitaba sobre Bardo, el vientre blanco resplandeció, con fuegos chispeantes de gemas a la luz de la luna. Pero no en un punto. El gran arco chasqueó. La flecha negra voló directa desde la cuerda, directa al hueco del pecho izquierdo, donde nacía la paca delantera extendida ahora. En ese hueco se hundió la flecha, y allí desapareció, punta, astil y pluma, tan fiero había sido el tiro. Con un chillido que ensordeció a hombres, derribó árboles y desmenuzó piedras, Smaug saltó disparado en el aire, y se precipitó a tierra desde las alturas.
Cayó estrellándose en medio de la ciudad. Los últimos movimientos de agonía lo redujeron a chispas y resplandores. El lago rugió. Un vapor inmenso se elevó, blanco en la repentina oscuridad bajo la luna. Hubo un siseo y un borboteante remolino, y luego silencio. Y ese fue el fin de Smaug y de Esgaroth, pero no de Bardo.



Para Marta, siempre te asocié con este pasaje, no se por qué, y ultimamente cada vez más.

Impedidos por los pantanos que se extendían al pie de las colinas, los orcos se detuvieron y dispararon una lluvia de flechas sobre los defensores. Pero entre los orcos, a grandes trancos, rugiendo como bestias, llegó entonces una gran compañía de trolls de las montañas de Gorgoroth. Más altos y más corpulentos que los hombres, no llevaban otra vestimenta que una malla ceñida de escamas córneas, o quizás esto fuera la repulsiva piel natural de las criaturas; blandían escudos enormes, redondos y negros, y las manos nudosas empuñaban martillos pesados. Saltaron a los pantanos sin arredrarse y los vadearon, aullando y mugiendo mientras se acercaban. Como una tempestad se abalanzaron sobre los hombres de Gondor, golpeando cabezas y yelmos, brazos y escudos, como herreros que martillaran un hierro doblado al rojo. Junto a Pippin, Beregond los miraba aturdido y estupefacto, y cayó bajo los golpes; y el gran jefe de los trolls que lo había derribado se inclinó sobre él, extendiendo una garra ávida; pues esas criaturas horrendas tenían la costumbre de morder en el cuello a los vencidos.
Entonces Pippin lanzó una estocada hacia arriba, y la hoja del Oesternesse atravesó la membrana coriácea y penetró en los órganos; y la sangre negra manó a borbotones. El troll se tambaleó, y se desplomó como una roca despeñada, sepultando a los que estaban abajo. Una negrura y un hedor y un dolor opresivo asaltaron a Pippin, y la mente se le hundió en las tinieblas.
«Bueno, esto termina como yo esperaba», oyó que decía el pensamiento ya a punto de extinguirse; y hasta le pareció que se reía un poco antes de hundirse en la nada, como si le alegrase liberarse por fin de tantas dudas y preocupaciones y miedos. Y aún mientras se alejaba volando hacia el olvido, oyó voces, gritos, que parecían venir de un mundo olvidado y remoto.
— ¡Llegan las Águilas! ¡Llegan las Águilas!
El pensamiento de Pippin flotó un instante todavía.
—¡Bilbo! —dijo—. ¡Pero no! Eso ocurría en la historia de él, hace mucho, mucho tiempo. Esta es mi historia, y ya se acaba. ¡Adiós! —Y el pensamiento del hobbit huyó a lo lejos, y sus ojos ya no vieron más.




Para Eleder, con cariño :P

Habían servido la comida de la noche a los prisioneros. Los guardias se alejaron con pasos pesados bajando los pasadizos, llevando la luz de las antorchas con ellos y dejando todo a oscuras. Entonces Bilbo oyó la voz del mayordomo del rey que daba las buenas noches al jefe de los guardias.
Ahora ven conmigo dijo, y prueba el nuevo vino que acaba de llegar Estaré trabajando duro esta noche, limpiando las bodegas de barriles vacíos, de modo que tomemos primero un trago, para que me ayude a trabajar.
Muy bien rió el jefe de los guardias Lo probaré contigo, y veré si es digno de la mesa del rey. ¡Hay un banquete esta noche y no habría que mandar nada malo!
Cuando Bilbo oyó esto, se excitó sobremanera, pues entendió que la suerte lo acompañaba, y que pronto tendría ocasión de intentar aquel plan desesperado. Siguió a los dos elfos, hasta que entraron en una pequeña bodega y se sentaron a una mesa en la que había dos jarros grandes. Los elfos empezaron a beber y a reír alegremente. Una suerte desusada acompañó entonces a Bilbo. Tiene que ser un vino muy poderoso el que ponga somnoliento a un elfo del bosque; pero este vino, parecía, era la embriagadora cosecha de los gran des jardines de Dorwinion, no destinado a soldados o sirvientes, sino sólo a los banquetes del rey, y para ser servido en cuencos más pequeños, no en los grandes jarros del mayordomo.
Muy pronto el guardia jefe inclinó la cabeza; luego la apoyó sobre la mesa y se quedó profundamente dormido. El mayordomo continuó riendo y charlando consigo mismo durante un rato, distraído al parecer, pero luego él también inclinó la cabeza, y cayó dormido y roncando al lado del guardia. El hobbit se escurrió entonces en la bodega, y un momento después el guardia jefe ya no tenía las llaves, mientras Bilbo trotaba tan rápido como le era posible, a lo largo de los pasadizos, hacia las celdas. El manojo de llaves le parecía muy pesado, y a veces se le encogía el corazón, a pesar del anillo, pues no podía evitar que las llaves tintineasen de cuando en cuando, estremeciéndolo de pies a cabeza.


Para Naug, para mi que le molará por muchos motivos xD

Larga fue la tarea; y Thingol bajaba solo a las profundas herrerías y se sentaba entre ellos mientras trabajaban. Con el tiempo el deseo de Thingol quedó cumplido, y las obras más grandes de los Elfos y los Enanos se unieron y se hicieron una; y era de una extremada belleza; porque ahora las incontables joyas del Nauglamír reflejaban y expandían alrededor con maravillosos matices la luz del Silmaril. Entonces Thingol, solo entre ellos, hizo ademán de levantarlo y de ponérselo al cuello; pero en ese momento los Enanos lo retuvieron y exigieron que se los cediera preguntando: —¿Con qué derecho reclama el rey Elfo el Nauglamír, hecho por nuestros padres para Finrod Felagund, que ya ha muerto? Sólo lo tiene de manos de Húrin, el Hombre de Dorlómin, que lo tomó como un ladrón de la oscuridad de Nargothrond— Pero Thingol leyó en los corazones de los Enanos y vio que el deseo del Silmaril no era sino un pretexto y un manto bordado que ocultaba otras intenciones; e iracundo y orgulloso no hizo caso del peligro en que se encontraba, y les habló con desprecio diciendo: —¿Cómo os atrevéis, torpe raza, a exigir nada de mí, Elu Thingol, Señor de Beleriand, cuya vida empezó junto a las aguas de Cuiviénen incontables años antes que despertaran los padres del pueblo reducido?— E irguiéndose alto y orgulloso entre ellos les ordenó con palabras humillantes que abandonaran Doriath sin ser recompensados.
Entonces la codicia de los Enanos se convirtió en rabia por las palabras del rey; y lo rodearon, y le pusieron las manos encima, y lo mataron. De este modo Elwë Singollo, el Rey de Doriath, el único de los Hijos de Ilúvatar que desposara a una de las Ainur, y el único de los Elfos Abandonados que había visto la luz de los Árboles de Valinor, murió en las profundidades de Menegroth, con una última mirada posada en el Silmaril.



Para Delia, por cosas ya habladas

Cuando trescientos años y aún más hubieron transcurrido desde la llegada de los Noldor a Beleriand, en los días de la Larga Paz, Finrod Felagund, señor de Nargothrond, viajó al este del Sirion y fue de caza con Maglor y Maedhros, hijos de Fëanor. Pero se fatigó de la caza y se encaminó solo a las montañas de Ered Lindon, que vio resplandecer a lo lejos, y tomando el Camino de los Enanos, cruzó el Gelion por el vado de Sarn Athrad, se volvió hacia el sur por encima de las corrientes superiores del Asear, y llegó al norte de Ossiriand.
En un valle al pie de las montañas, bajo las fuentes del Tríalos, vio luces en la noche, y oyó a la distancia el sonido de una canción. Esto le sorprendió, pues los Elfos Verdes de esa tierra no hacían fogatas ni cantaban en la oscuridad. En un principio temió que una incursión de Orcos hubiera llegado desde el norte, pero al acercarse vio que no era así; porque aquellas gentes cantaban en una lengua que nunca había escuchado antes y no era la de los Enanos ni la de los Orcos. Entonces Felagund, silencioso en la sombra nocturna de la floresta, miró hacia abajo donde estaba el campamento y vio un pueblo extraño.
Ahora bien, era éste parte del linaje y de los seguidores de Bëor el Viejo, como se lo llamó después, un cacique de Hombres. Al cabo de muchas vidas de errar desde el Este, los había conducido por fin por sobre las Montañas Azules, los primeros de la raza de los Hombres en penetrar en Beleriand; y cantaban porque estaban alegres y creían haber escapado a todos los peligros y llegado a una tierra donde no había por qué tener miedo.
Durante mucho tiempo los observó Felagund, y un amor por ellos se le encendió en el corazón; pero permaneció oculto entre los árboles hasta que todos se quedaron dormidos. Entonces fue entre ellos y se sentó junto al fuego mortecino donde nadie vigilaba; y tomó un arpa rústica que Bëor había dejado a un lado, y tocó en ella una música tal como nunca la habían escuchado los oídos de los Hombres; porque en este arte no habían tenido hasta entonces maestros, salvo sólo los Elfos Oscuros en las tierras salvajes.
Entonces los Hombres despertaron y escucharon a Felagund que tocaba el arpa y cantaba, y cada cual creyó que estaba en un hermoso sueño, hasta que vio que los demás estaban también despiertos junto a Felagund; pero no hablaron ni se movieron mientras él siguió tocando, a causa de la belleza de la música y la maravilla de la canción. Había sabiduría en las palabras del Rey Elfo, y los corazones que lo escuchaban se volvían a su vez más sabios; porque las cosas que cantaba, la hechura de Arda y la beatitud de Aman más allá del mar, aparecían como claras visiones delante de los ojos de los Hombres, y cada uno de ellos interpretaba el lenguaje élfico de acuerdo con su propia medida.
Así fue que los Hombres llamaron al Rey Felagund, el primero que conocieron de todos los Eldar, Nóm, esto es, Sabiduría en la lengua de ese pueblo, y a las gentes del rey les dieron el nombre de Nómin, los Sabios. En verdad, creyeron en un principio que Felagund era uno de los Valar, de quienes habían oído decir que vivían lejos en el Occidente; y que esto (decían algunos) era la causa de que hicieran tantos viajes. Pero Felagund se quedó a vivir con los Hombres y les enseñó verdaderos conocimientos, y ellos lo amaron, y lo tomaron por señor, y fueron siempre fieles a la casa de Finarfin.


Para el Tindo...

"Así llegó el tiempo de la Guerra del Anillo, y los hijos de
Denethor se hicieron hombres. Boromir, el mayor en cinco años,
era el preferido del padre y semejante a él en facciones y
orgullo, pero no en mucho más. Parecía un hombre de la especie
del Rey Eärnur de antaño, pues no tornaba esposa y sólo las
armas lo deleitaban; audaz y fuerte, no le interesaba el
conocimiento, salvo el de las historias de las batallas
antiguas. Faramir, el más joven, era como él en aspecto, pero
distinto de mente. Leía en el corazón de los hombres con tanta
penetración como su padre, y lo que en ellos leía lo movía a la
piedad antes que al desprecio. Era de porte gentil, y un amante
de la ciencia y de la música, por lo que muchos en aquellos días
juzgaban su coraje menor que el de su hermano. Pero no era así,
salvo en que no buscaba la gloria en el peligro sin propósito.
Recibía complacido a Gandalf cuando éste visitaba la Ciudad, y
aprendía de él lo que podía; y en esto, como en muchos otros
asuntos, desagradaba a su padre.
"No obstante, un gran amor unía a los hermanos, y los había
unido desde la infancia, cuando Boromir era el auxilio y el
protector de Faramir. No había habido desde entonces celos ni
rivalidad entre ellos, ni por el favor del padre, ni por la
alabanza de los hombres. No le parecía a Faramir que nadie en
Gondor pudiera convertirse en rival de Boromir, heredero de
Denethor, Capitán de la Torre Blanca; e igual pensaba Boromir.


Para Seler, porque ultimamente me acuerdo mucho de ti al leer el texto de este fragmento.

-Triste para mí, Andreth -dijo- es el paso fugaz de tu gente. Pues ahora Boron, el padre de tu padre, se ha ido; y aunque era anciano, decís, para la edad de los Hombres, aún así le conocí demasiado brevemente. Poco tiempo en verdad me parece que ha pasado desde que vi por primera vez a Bëor al este de esta tierra, pero ahora ya no está, ni su hijo, ni tampoco el hijo de su hijo.
-Han pasado ya más de cien años -dijo Andreth,- desde que cruzamos las Montañas; y Bëor y Baran y Boron vivieron todos más de noventa años. Nuestro vida era más corta antes de encontrar esta tierra.
-Entonces, ¿estáis satisfechos aquí? -dijo Finrod.
-¿Satisfechos? -dijo Andreth. -Ningún corazón de Hombre está satisfecho. El tránsito y la muerte le es siempre penoso; pero un declive más lento proporciona cierto consuelo, y retira ligeramente la Sombra.


Para Altariel

Haldad tenía hijos mellizos: Haleth, su hija, y Haldar su hijo; y ambos eran valientes en la defensa, porque Haleth era mujer de gran fuerza y corazón. Pero por fin Haldad fue muerto en una salida contra los Orcos; y Haldar, que se precipitó para salvar a su padre de la carnicería, murió junto a él. Entonces Haleth mantuvo unido al pueblo, aunque no tenían esperanzas; y algunos se arrojaron a los ríos y se ahogaron. Pero siete días más tarde, cuando los Orcos se habían lanzado al último ataque y ya habían roto la empalizada, se oyó de súbito una música de trompetas, y el ejército de Caranthir llegó desde el norte y empujó a los Orcos hacia los ríos.
Entonces Caranthir miró con bondad a los Hombres; y ofreció compensar de algún modo las muertes del padre y del hermano de Haleth, y le rindió grandes honores. Y descubriendo demasiado tarde el valor con que contaban los Edain, le dijo: —Si queréis partir y marchar hacia el norte, allí tendréis la amistad y la protección de los Eldar, y tierras de las que podréis disponer con libertad.
Pero Haleth era orgullosa y no quería que se la guiara o se la gobernara, y la mayor parte de los Haladin eran de temple semejante. Por tanto agradeció a Caranthir, pero le dijo: —Estoy decidida, señor, a abandonar la sombra de las montañas e ir hacia el oeste, a donde han ido ya algunos de los nuestros— Así fue que cuando los Haladin hubieron reunido a todos los que quedaban con vida, y que habían huido a los bosques delante de los Orcos, juntaron lo que quedaba de sus pertenencias en las casas quemadas, y escogieron a Haleth como jefa; y ella los condujo por fin a Estolad y allí permanecieron por un tiempo.
Pero fueron un pueblo aparte, y desde entonces los Elfos y los Hombres lo conocieron como el Pueblo de Haleth.


Para Silmaril, creo que recordarás por qué ;)

Pero a Morgoth los Valar lo arrojaron por la Puerta de la Noche, más allá de los Muros del Mundo, al Vacío Intemporal; y sobre esos muros hay siempre una guardia, y Eärendil vigila desde los bastiones del cielo. No obstante, las mentiras que Melkor el poderoso y maldito, Morgoth Bauglir, el Poder del Terror y del Odio, sembró en el corazón de los Elfos y de los Hombres, son una semilla que no muere y no puede destruirse; y de vez en cuando germina de nuevo; y dará negro fruto aun hasta los últimos días.


Para Guerrera y mi compadre Thorongil, tiene que ser para ambos :)

Entonces Aragorn posó suavemente la mano en el retoño, y he aquí que parecía estar apenas hundido en la tierra, y lo levantó sin dañarlo, y lo llevó consigo a la ciudadela. Y el Árbol marchito fue arrancado de raíz, pero con reverencia; y no lo quemaron: lo llevaron a Rath Dinen, y allí lo depositaron, para que reposara en el silencio. Y Aragorn plantó el árbol nuevo en el patio al pie del Manantial, y pronto empezó a crecer, vigoroso y lozano, y cuando llegó el mes de junio estaba cubierto de flores.
—La señal ha llegado —dijo Aragorn, y el día ya no está lejos.
Y apostó centinelas en las murallas.
Era la víspera del Solsticio de Verano, y unos mensajeros llegaron desde Amon Din a la ciudad, anunciando que una espléndida cabalgata venía del norte, y se acercaba a los muros del Pelennor. Y el Rey dijo:
—Han llegado al fin. Que toda la ciudad se prepare.
Y esa misma noche, víspera del Día de Pleno Verano, cuando el cielo era azul como el zafiro y las estrellas blancas aparecían en el este, y el oeste era todavía dorado, y el aire fragante y fresco, los jinetes llegaron por el camino del norte a las Puertas de Minas Tirith. A la cabeza cabalgaban Elrohir y Elladan con un estandarte de plata; los seguían Glorfindel y Erestor y la gente de la casa de Rivendel, y detrás de ellos venían la Dama Galadriel y Celeborn, Señor de Lothlórien, montados en corceles blancos, con mantos grises, y gemas blancas en los cabellos; y por último el Señor Elrond, poderoso entre los elfos y los hombres, llevando el cetro de Annúminas, y junto a él, montada en un palafrén gris, cabalgaba la hija de Elrond, Arwen, Estrella de la Tarde de su pueblo.
Y Frodo al verla llegar resplandeciente a la luz del atardecer, con las estrellas en la frente y envuelta en una dulce fragancia, quedó maravillado, y le dijo a Gandalf:
—¡Al fin comprendo por qué hemos esperado! Esto es el fin. Ahora no sólo el día será bienamado, también la noche será bienaventurada y hermosa, y desaparecerán todos los temores.
Entonces el Rey les dio la bienvenida, y los huéspedes se apearon de los caballos, y Elrond dejó el cetro, y puso en la mano del Rey la mano de su hija, y así juntos se encaminaron a la Ciudad Alta, mientras en el cielo florecían las estrellas. Y en la Ciudad de los Reyes, en el día del solsticio de verano, Aragorn, Rey Elessar, desposó a Arwen Undómiel, y así culminó la historia de una larga espera y muchos trabajos.



Para Finduriel la hobbita feliz, el momento más hobbit ;)

-Y yo estoy seguro de que Gildor se hubiera negado a explicármelo -dijo Frodo, bruscamente ahora-. ¡Déjame en paz! No tengo ganas de responder a una sarta de preguntas mientras estoy comiendo. Quiero pensar.
-¡Cielos! -exclamó Pippin-. ¿Durante el desayuno?


Para Mirabella, otra hobbita feliz, un momento que se que le gustará ;)

—¡Que sea Beren quien hable! —exclamó Thingol—. ¿Qué quieres, desdichado mortal, y por qué motivo has abandonado tu tierra para entrar aquí, lo que está prohibido a tus iguales? ¿Puedes dar una razón por la que no deba imponerte un severo castigo por tu insolencia y tu locura?
Entonces Beren, levantando la cabeza, contempló los ojos de Lúthien y luego miró también a Melian; y le pareció que le ponían palabras en la boca. Perdió el miedo y recuperó el orgullo de la más antigua casa de los Hombres; y dijo: —Mi destino, oh rey, me condujo aquí, a través de peligros que aun pocos de entre los Elfos se atreverían a afrontar. Y he encontrado aquí lo que en verdad no buscaba, pero que ahora quiero tener para siempre. Porque está por encima de la plata y el oro, y ninguna joya se le iguala. Ni la roca, ni el acero, ni los ruegos de Morgoth, ni todos los poderes de los reinos de los Elfos me separarán del tesoro de mis deseos. Porque Lúthien, tu hija, es la más bella de todas las Criaturas del Mundo.
Entonces un grave silencio pesó en el recinto, porque los que allí se encontraban estaban asombrados y asustados, y creyeron que Beren sería muerto. Pero Thingol habló con lentitud diciendo: —Con esas palabras te has ganado la muerte; y la muerte encontrarías en seguida, si yo no hubiera hecho un juramento apresurado; de lo que estoy arrepentido, mortal de bajo nacimiento que has aprendido a arrastrarte secretamente como los espías y esclavos de Morgoth.
Entonces le respondió Beren: —La muerte podéis darme, la haya yo ganado o no; pero no soportaré que me llaméis de bajo nacimiento, ni espía, ni esclavo. Por el anillo de Felagund, que él mismo dio a Barahir, mi padre, en el campo de batalla del Norte, mi casa no se ha ganado epítetos tales de Elfo alguno, sea él rey o no.


Para Finduilas, la elfa traidorcilla, por esas veces orcas, traviesas y "bobitas" :P

Fue entonces cuando volvió Gandalf, pero nadie lo vio. Los trolls acababan de decidir que meterían a los enanos en el asador y se los comerían más tarde; había sido idea de Berto, y tras una larga discusión todos estuvieron de acuerdo.
No es buena idea asarlos ahora, nos llevaría toda la noche dijo una voz. Berto creyó que era la voz de Guille.
No empecemos de nuevo la discusión, Guille dijo el otro, o sí que nos llevaría toda la noche.
¿Quién está discutiendo? dijo Guille, creyendo que había sido Berto el que había hablado.
¡Tú! dijo Berto.
Eres un mentiroso dijo Guille, y así empezó otra vez la discusión. Por fin decidieron picarlos y cocerlos, así que trajeron una gran cacerola negra y sacaron los cuchillos.
¡No está bien cocerlos! No tenemos agua y hay todo un buen trecho hasta el pozo dijo una voz. Berto y Guille creyeron que era la de Tom.
¡Calla o nunca acabaremos! Y tú mismo traerás él agua si dices una palabra más.
¡Cállate tú! dijo Tom, quién creyó que era la voz de Guille. ¿Quién discute, sino tú?
Eres bobito dijo Guille.
¡Bobito tú! respondió Tom.
Y así comenzó otra vez toda la discusión, y continuó más enconada que nunca, hasta que por fin decidieron sentarse sobre los sacos uno a uno, aplastarlos y cocerlos más tarde.